Donostia fue lugar de paso y parada de tribus nómadas, artesanos trashumantes, que realizaban diferentes trabajos de reparación de utensilios y cacerolas de metal, desde el siglo XIX o incluso antes.
Según mantienen algunos historiadores. En el año 1828 desfilaron por las calles donostiarras una comparsa de caldereros turcos, durante la festividad de La Candelaria, son quienes pudieron dar origen a La Comparsa de Caldereros de la Hungría que saliese por primera vez el año 1884 por las calles de la Parte Vieja donostiarra.
Según mantienen algunos historiadores. En el año 1828 desfilaron por las calles donostiarras una comparsa de caldereros turcos, durante la festividad de La Candelaria, son quienes pudieron dar origen a La Comparsa de Caldereros de la Hungría que saliese por primera vez el año 1884 por las calles de la Parte Vieja donostiarra.
Se escenifica la llegada de los Caldereros húngaros a la ciudad, los cuales anuncian la próxima llegada del Carnaval.
Abre la comparsa el oso, uno de los animales característicos de la mitología del carnaval vasco. La comparsa de los Caldereros está formada por tribus, es decir, diferentes sociedades populares.
Uno de los elementos más característicos de esta fiesta es el peculiar sonido que emiten los caldereros al golpear con martillos los pucheros que forman parte de su atuendo. La fiesta se complementa con cánticos y bailes de las zíngaras. La vis cómica de esta celebración la ofrece la reina, quien realmente es interpretada por un hombre.
Cierran la comparsa bellos carromatos adornados con lámparas de gran colorido.
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